El mensaje de Pep Guardiola caló hondo en la plantilla blaugrana: "Hay que jugar esta final como si fuera la última". Y así fue. El equipo se dejó la piel en el campo, como siempre. Como hizo ante el Real Madrid, en 'semis'. O ante el Shakhtar, en cuartos. O el Arsenal antes. Etcétera. En Wembley no fue una excepción. No podía ser de otra manera...
¿Cómo iba a serlo si son, sin discusión, el mejor equipo de los últimos años?. O tal vez, de todos los tiempos. Y si no lo son, van en camino. De momento, ya han alcanzado al Ajax y al Bayern en número de títulos. Cuatro. Marcando una época, como ellos. Un Barça celestial, que juega como los ángeles, que convierte este deporte en una obra de arte. En una alegría para la vista. Un grupo unido que se crece ante la adversidad. Después de una temporada plagada de contratiempos, con lesiones como las de Xavi o Puyol, o con golpes tan duros como la enfermedad de Abidal -quién le hubiera dicho hace dos meses que esta noche iba a ser titular, ¡y que sería el primero en alzar la Copa en el palco!-, siempre se supera. Así es este Barça. Una delicia. Un cuento de fantasía. Pura magi.
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